domingo, 14 de abril de 2013

Buganvilias Primera edición


Me gusta,
Mucho.
 La acertada complicidad de la revista Orsai con el público. Esta publicación en formato digital y sobre el tradicional papel es una muestra infalible de que el buen periodismo, la buena opinión, lo que es decir, el buen gusto por lo escrito puede tener oportunidad en un mercado en el que se dice con demasiadas ansias que las revistas impresas (me refiero, claro, a las culturales) están en vía de extinción. La plataforma web es un gustoso laberinto de reportajes, columnas, libros, caricaturas y entrevistas. Su creador, Hernán Casciari, cuenta en un vídeo que hace parte de la bienvenida a la página web el difícil proceso de creación de una  revista independiente. Además, encara una posición muy discutida en los últimos años acerca de la forma en cómo los autores pueden expandirse aprovechando como herramienta a Internet. También en pequeñas dosis de humor relata las experiencias de todo el recorrido desde un modesto blog hasta la venta de 17.961 ejemplares sólo en lo que va del 2013.

Poquito
La propuesta de cine en Barranquilla. Si bien este es un tema con amplia discusión en Colombia, el problema no es ya un simple capricho por parte de personas que quieren ver buen cine sino un absurdo ideal de los dueños de las salas más grandes que creen que las personas no pueden ir más allá de ver a Tom Cruise montado en una navecita blanca. En la ciudad solo hay alternativas en la Cinemateca del Caribe, pero ésta apenas cuenta con dos salas. Por otro lado, puede parecer inútil (y, de cualquier modo, lo es) intentar volcar una opinión contra empresas que distribuyen entretenimiento. Pero la relación entre éstas y los consumidores no es unidireccional aunque parezca, y al menos pensar en voz alta, cuenta.

Nada.
 Los Talk Shows. O mejor, la miserable calidad de los Talk Shows. Sobre todo aquellos que llevan a las personas para que cuenten sus intimidades, a llorar, patalear y hacerse las víctimas. No tengo nada en contra de las entrevistas transmitidas por televisión, pero cada vez son más los dichosos programas y si ahora son una plaga pronto serán endémicos. Lo peor de todo es que su éxito no se basa en los aportes que supuestamente buscan hacer llegar a hogares, a las  solteronas, personas con baja autoestima y anoréxicas (lo que va tomando forma de cliché, de lugar más que común, marginal). Sino que suben el rating principalmente porque desnudan las bajas pasiones que todos los mortales tenemos. Y no solo eso, además de montarlas como plataforma vital, aquellas “realidades” son maquilladas con tomas de cámara en suspenso, voces entrecortadas por las lágrimas, caras de victimarios – a su vez víctimas –  con ceños fruncidos (casi siempre son gordos) y muchos otros trucos no más que publicitarios. Tampoco superan la esfera de lo sexual-violento-ella-me-pega-los-cachos, y pronto (ojo pues) terminaremos diciendo al entrar nuestro padre a casa “que pase el desgraciado”.