domingo, 8 de noviembre de 2015

Lo que la lectura me ha dejado



Antes de empezar a escribirlo pensé en titular este texto “Lo que he aprendido leyendo”, pero no habría sido exacto. No quiero escribir sobre aquello que la lectura me ha dado en un sentido enciclopédico. Es decir, ahora conozco datos que son fruto del leer: sé que la Tierra gira alrededor del Sol y que macho y hembra son categorías biológicas en contraposición a hombre y mujer, que son categorías culturales. Quisiera, por otro lado, hablar sobre ciertas manías que la lectura me ha dejado.  Comportamientos que los lectores empiezan a tener a causa de sus lecturas. Los lectores, lo digo sin miedo a equivocarme, son un tipo de persona.

Cuando lees tienes que estar atento a la manera en cómo están escritas las cosas. Sobre todo si hablamos de literatura. Los adjetivos dicen mucho, los puntos, las comas. Hay que prestar atención cuando tienes en frente un narrador en primera persona. Nadie habla de sí mismo con absoluta sinceridad, aunque parezca que sí. Tomen por ejemplo al personaje de El corazón delator, quien dice no estar loco pero sabemos que lo cierto es que sí lo está. Sus acciones hablan por él. Saber que debo prestar atención a las palabras escritas ha hecho que me fije mucho en la manera en que la gente habla y dice las cosas. Suelo corregir aquello que me suena extraño de forma automática. Las azafatas de Viva Colombia suelen decir: “su celular debe estar completamente apagado”. Lo cual es raro, puesto que los celulares o están encendidos o no lo están, sin puntos medios. Por lo que sobra ese “completamente”. Sin embargo, sí funciona tal adverbio cuando las mismas aeromozas dicen: “el espaldar de su silla debe estar completamente recto y la persiana de la ventana completamente abierta”. ¡Ahí si cabe! Las persianas pueden estar cerradas a medias y las sillas tienen puntos medios en su inclinación. 

No quiero que crean que uno se convierte en un señalador de cosas “mal” dichas. Hay que reconocer que la verdadera regulación del idioma reside más en el uso que le dan a este sus hablantes que en las decisiones académicas. Sin embargo, tal disloque sintáctico de las azafatas obedece a una falta de reparo en la manera de decir las cosas (lo que es un extravío de la idea que se quiere transmitir). Otro día fui a comprar un yin en el centro y el local donde me atendieron tenía el glorioso nombre de “Apple Green”. ¿Apple Green? Sí. Lo más probable es que quien decidió nombrar el establecimiento así no cayó en cuenta de que en inglés el adjetivo va siempre antes del sustantivo que modifica. Por lo cual una traducción literal de manzana verde debería ser, en lugar de Apple Green, Green Apple.
 El cerebro humano es un órgano excepcional. Se sabe que es el pedazo de materia más organizado de todo el universo conocido. A los niños les gusta aprender, pero parece ser que tal gusto por el aprendizaje va disminuyendo con la edad (sobre todo si desde los 5 hasta los 16 años lo encierran a uno en un lugar llamado colegio). La lectura puede revivir la pasión por saber nuevas cosas. Leer enseña datos antes desconocidos y hace que uno emprenda inéditas aventuras. Leer me ha convertido en un aprendedor -sé que la palabra no existe pero ilustra lo que quiero transmitir- de tiempo completo. La curiosidad que la lectura despierta se expande a todos los terrenos de la vida cotidiana. He terminado por querer saberlo todo. Las historias antiguas y los idiomas más lejanos y distintos de la lengua local. Parece algo bueno a simple vista pero el conocimiento es placer y el placer se convierte en vicio asombrosamente rápido. 

Ser un lector me ha dejado muy buenos amigos también. Es indiscutible que una lectura  escogida por uno revela mucho acerca de quién somos. Saber que alguien más pudo leer el mismo texto que tú quiere decir que quizá tienen los mismos intereses y se parecen en algo. Los amigos lectores que tengo son de los mejores. Son siempre personas sensibles, empáticas, interesantes. Las charlas de lector a lector duran horas. Y el intercambio de conocimiento es fabuloso.

Por último la lectura me ha dejado, como no, muchos libros. Mi dinero tiende a irse en la compra de volúmenes literarios, históricos y científicos. Tengo una biblioteca bien nutrida y eso es gracias a que leo en grandes cantidades. El lomo de los libros que me acompañan me recuerda que quizá la vida no sea suficiente para emprender la aventura de leer todo lo leíble. Yo guardo la esperanza de que me alcance para leer la mayor parte.


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