Un equipo de negociadores del
Gobierno colombiano y otro de la guerrilla de las Farc están sentados desde
hace dos años y siete meses, primero en Oslo y luego en La Habana, en unos
diálogos de paz que podrían cambiar el futuro de Colombia. El dieciséis de mayo
pasado se cumplió un año desde que en la Mesa se llegó a un acuerdo: la solución
al problema de la droga. Desde entonces ambas partes se han visto en lo que los
medios llaman un “estancamiento” de las negociaciones, pues aun no se llega,
como era de esperarse, a una conclusión
en el siguiente punto de la agenda: las víctimas.
El pasado dos de Julio dos
petardos estallaron en Bogotá. De inmediato las cadenas nacionales informaron
sobre el suceso, que dejó varios heridos en las sedes de Porvenir que fueron
blanco de las explosiones. Enseguida, las Farc fueron culpadas de haber inicido
la “ola de terrorismo” que ya se venía presagiando con los demás atentados provocados
por esa guerrilla, como la voladura de parte de Oleoducto Trasandino, en la
vereda de El Pinde, que regó, según informó la Revista Semana, diez mil
barriles de petróleo crudo; y el sonado asesinato de once soldados en Cauca. Incluso,
Rafael Pardo salió de decir desde el lugar de una de las explosiones, en
Bogotá, que “es evidente que esto responde a las Farc”.
También hay otras noticias, como el
cambio en el Ministerio de Defensa que asumió desde hace tres semanas Luis
Carlos Villegas. Quien se suponía que iba a ser el ministro que preparara el
campo para la eventual paz, pero su llegada al cargo estuvo acompañada de los
atentados en la capital y la muerte de cuatro soldados en la detonación de un
helicóptero Black Hawl en Norte de Santander,
a causa del ELN.
Los medios informan todos los
días acerca del rumbo que tiene el Proceso de Paz. Acerca de las tensiones, las
rupturas (recuérdese el secuetros del general Rubén Darío Alzate) y las trabas
morales y jurídicas que van aparejadas a lo que pase en Cuba. La información es
a veces confusa o manipulada: en realidad los atentados del pasado dos de julio
no fueron cometidos por militantes de las Farc sino del ELN, que fueron ya
capturados este miércoles. Sin embargo, la opinión púbica ya había señalado
culpables (como Pardo) a pesar de que nigún boletín de la Policía Nacional
había sido emitido.
Yo estoy a favor del Proceso de
Paz y de la salida negociada del conflicto colombiano. Pero he venido a
defender una posición más sencilla que la de estar a favor o en contra: la de
que hay que estar informado acerca del rumbo de las negociaciones. Sobre todo
antes de emitir juicios y acusaciones y frases idiotas como (esta la escuché
recientemente): “prefiero la guerra de Uribe que la paz de Santos”. ¿De verdad?
Entonces coja el fusil y vaya a dar bala si es que es tan bravo. Porque es fácil
decirlo si se está sentado en casa,
frente al televisor, con un buen vaso de jugo en la mano.
Hay que estar bien informados por
que dependiendo de la solidez de la información que se posee se crean buenos o
malos juicios de valor sobre la realidad. La información completa aleja al
espectador del prejuicio y las desiciones apresuradas, como la del señor Pardo.
También mantiene a la raya las pretenciones, por ejemplo (y esta la tiene la
mayoría de los colombianos), la de no querer que sigan las negociaciones con
las Farc y, en cambio, acabarlos a todos con ácido o algún plaguicida. O la
falta de conciencia en la que los crímenes del Estado y el Ejército casi no tienen
resonancia, a pesar de que son igual de graves e inhumanos que los de la
guerrilla.
Es un viejo vicio el de estar
desinformado o mal informado acerca de la relaidad del país. Pero hay que hacer
excepciones y el Proceso de Paz es una buena oportunidad para empezar a
imaginar un país sin guerra y las pruebas que debemos pasar para lograrlo. De
modo que hay que estar pendiente de lo que dicen analistas, periódicos y
noticieros. Alertas al engaño y las malas intenciones de ciertos “sectores
políticos”. El aluvión de noticias sobre el terrorismo no se puede acaparar, y
a veces parece que hay demasiada información y poco tiempo de digerirla. Por
eso está bien buscar buenas fuentes de análisis de medios y personas serias.
Sobre todo con los temas delicados y desicivos.
Colombia está en un punto crucial
de su historia, todos somos protagonistas de los términos del futuro del país.
La oportunidad de acabar con la guerra (al menos en uno de sus frentes) puede
no presentarse en una generación más. La información está allí, pero hay que
saber mirarla.
La foto que acompaña este artículo fue tomada por un gran amigo mío, Juan Pablo Ocampo.
Más de su trabajo: flickr
La foto que acompaña este artículo fue tomada por un gran amigo mío, Juan Pablo Ocampo.
Más de su trabajo: flickr
La paz no es patrimonio de sectores poderosos que han gobernado a Colombia y que han contribuido al derramamiento de sangre y al dolor de miles de personas, no es patrimonio de sectores politiqueros que durante mas de cincuenta años han fortalecido su poder económico y político haciendo politiquería barata, no es patrimonio de los medios de comunicación que todos los días desinforman a la opinión publica creyendo que los ciudadanos somos estupidos. La paz es de todos y por ello hay que librar la mejor batalla y es el fin del conflicto por la vía de la negociación civilizada. Yo apoyo el proceso de paz.
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