El martes pasado, en la Biblioteca
Luis Ángel Arango en el centro de Bogotá, Gilles Lipovetsky dictó la
conferencia El individualismo en una
sociedad en postconflicto. Estuvo acompañado Alberto Bejarano, profesor de
la Universidad Nacional. Bejarano abrió la conversación con un texto que
reflexionaba acerca del conflicto armado del país y al mismo tiempo introducía
al autor francés. En su intervención leyó el poema Conversación a oscuras, de Horacio Benavides, a propósito de lo que
pasa después de la violencia. La
conversación (en realidad, después de esa primera intervención Alberto Bejarano
no volvió a hablar) giró en torno a la pregunta que surge con una inminente
terminación de los diálogos de La Habana: ¿Cómo abordamos el posconflicto?
Pregunta que tarde o temprano tendríamos que empezar a responder, “después de
70 años de violencia ininterrumpida”.
Lipovestky empezó diciendo, luego
de aclarar que él no era un experto en el tema y que la suya era una opinión
modesta, que el posconflicto era un tema vital para la Colombia que está
tomando forma. Además, en su opinión, el posconflicto estaba adquiriendo una
dimensión social en repuesta a la aspiración de paz que tienen los colombianos
.
En la parte más extensa e
interesante de su intervención habló acerca de cómo se ha transformado la
búsqueda del cambio social y qué pasa hoy en los Estados democráticos cuando se
enfrentan a la violencia política. Dijo que la sociedad moderna (de la Modernidad,
s. XV al XIX) nació con el conflicto. El conflicto era fundamental para que la
sociedad de ese momento cambie: la Revolución Francesa, la Revolución Bolchevique,
y más recientemente, la Revolución Cubana. La violencia es el motor de cambio
de las instituciones sociales. Con lo que existe una glorificación a la
violencia, lo dice Diana Uribe, como “partera de la historia”. Para Lipovetsky, las sociedades de la
Modernidad entran en conflicto para “inventar una sociedad nueva, un hombre
nuevo”.
En cambio, en la edad
contemporánea, la sociedad democrática ha pacificado las conductas
individuales. Los conflictos sociales son atenuados, no se solucionan ya por
medio de las armas. Porque la violencia política no es aceptable. En su
opinión: “el hombre democrático se ha vuelto recio a la violencia”. La gente
deja de creer en esos grandes ideales de cambio que son como “religiones” y
empieza a hacer política y a interesarse por las contiendas en el terreno
político. Al fin y al cabo, ¿quién está dispuesto a morir hoy por la
revolución? Por supuesto que hay quien, dirá quien lea esta nota, pero en la
opinión del autor esas personas representan solo una minoría de la sociedad. La conclusión es que Colombia está anclada en
un conflicto del pasado que debe resolver por la vía política. El francés dice
que esto hace parte de un proceso llamado Normalización
democrática en el que también están incluidas las críticas al sistema, por
supuesto.
La conferencia se extendió hasta
las 6:30 de la tarde y terminó con una corta ronda de preguntas. Estuvo un poco
cargada, como buen discurso sociológico. Y una pregunta quedó en el aire,
formulada por el profesor Bejarano: “¿Cómo encontrar formas de expresión que no
caricaturicen a las víctimas y victimarios?”.