Me gusta,
Mucho.
La acertada complicidad de la revista Orsai con
el público. Esta publicación en formato digital y sobre el tradicional papel es
una muestra infalible de que el buen periodismo, la buena opinión, lo que es
decir, el buen gusto por lo escrito puede tener oportunidad en un mercado en el
que se dice con demasiadas ansias que las revistas impresas (me refiero, claro,
a las culturales) están en vía de extinción. La plataforma web es un gustoso
laberinto de reportajes, columnas, libros, caricaturas y entrevistas. Su
creador, Hernán Casciari, cuenta en un vídeo que hace parte de la bienvenida a
la página web el difícil proceso de creación de una revista independiente. Además, encara una posición
muy discutida en los últimos años acerca de la forma en cómo los autores pueden
expandirse aprovechando como herramienta a Internet. También en pequeñas dosis
de humor relata las experiencias de todo el recorrido desde un modesto blog
hasta la venta de 17.961 ejemplares sólo en lo que va del 2013.
Poquito.
La propuesta de cine en Barranquilla. Si bien
este es un tema con amplia discusión en Colombia, el problema no es ya un
simple capricho por parte de personas que quieren ver buen cine sino un absurdo
ideal de los dueños de las salas más grandes que creen que las personas no pueden
ir más allá de ver a Tom Cruise montado en una navecita blanca. En la ciudad
solo hay alternativas en la Cinemateca del Caribe, pero ésta apenas cuenta con
dos salas. Por otro lado, puede parecer inútil (y, de cualquier modo, lo es)
intentar volcar una opinión contra empresas que distribuyen entretenimiento.
Pero la relación entre éstas y los consumidores no es unidireccional aunque
parezca, y al menos pensar en voz alta, cuenta.
Nada.
Los Talk Shows. O mejor, la miserable calidad de
los Talk Shows. Sobre todo aquellos que llevan a las personas para que cuenten
sus intimidades, a llorar, patalear y hacerse las víctimas. No tengo nada en
contra de las entrevistas transmitidas por televisión, pero cada vez son más los
dichosos programas y si ahora son una plaga pronto serán endémicos. Lo peor de
todo es que su éxito no se basa en los aportes que supuestamente buscan hacer llegar
a hogares, a las solteronas, personas con
baja autoestima y anoréxicas (lo que va tomando forma de cliché, de lugar más
que común, marginal). Sino que suben el rating principalmente porque desnudan
las bajas pasiones que todos los mortales tenemos. Y no solo eso, además de
montarlas como plataforma vital, aquellas “realidades” son maquilladas con tomas
de cámara en suspenso, voces entrecortadas por las lágrimas, caras de
victimarios – a su vez víctimas – con
ceños fruncidos (casi siempre son gordos) y muchos otros trucos no más que
publicitarios. Tampoco superan la esfera de lo sexual-violento-ella-me-pega-los-cachos,
y pronto (ojo pues) terminaremos diciendo al entrar nuestro padre a casa “que
pase el desgraciado”.